La
pregunta surgió de una forma casi natural, cualquier día viajando en un
cebollero con olor a pueblo, de esos que vienen por Lomas con todo el tráfago
de la décima recién levantada, se me ocurrió que esa era una buena pregunta,
quizá porque la cuestión sobre la identidad es una marca de origen de lo
periférico. Así, pues, un interrogante de sólo tres palabras se convirtió en la
punta de lanza de la campaña de expectativa de Jaime Barragán y en ese
ejercicio de ir estampándola en muros, paredillas o postes de la Localidad, parecía
que a cada nuevo golpe de spray las posibilidades semánticas de la
susodicha frasecita se iban multiplicando.
Los
primeros transeúntes que se enfrentaron a los murales zanjaron la cuestión con
un vacilante “Barragán debe ser un político”, pero parecía que esta respuesta
dictada sin duda por el sentido común en un año de elecciones, lo único que
hacía era abrir un abanico de muchos dobleces y posibilidades. Listo,
convengamos en que el man es un político, pero entonces, de qué partido, por
qué no sale por televisión, por qué no tiene una publicidad tradicional, o a
qué aspira: a ser edil, concejal, alcalde mayor, presidente de una junta o
simplemente alcalde de Usme, como nos dijo el comandante de policía del
Danubio, muy poco enterado el pobre de que el ejecutivo local no se define por
voto popular.
Así
que ante estas perspectivas de un orden mayéutico inacabable, era mejor dejar
las cosas de ese talante. Claro, no faltó quién recurría a los muralistas con
la pregunta de eso qué es o pa qué es, pero su desconsuelo era mayor cuando la
respuesta era ¿usted qué cree?, típico efecto boomerang, ante lo que algún
furibundo peatón nos increpaba con un “si no saben quién es, pa qué se ponen a
pintar”. Una reacción muy común frente a inquietudes que pueden traspasar la
esfera más cotidiana del ser y el saber, como las preguntas ¿Existe dios? ¿Qué
hay después de la muerte? ¿Dónde está Javier?, o ¿por qué mataron a Betty, si
era tan buena muchacha?
Después
empezaron a aparecer los que sí conocían a Jaime, los que de algún modo sabían
quién era la persona en cuestión, los que llamaban a decir “he visto los
murales”, como si en ello hubiesen descubierto una verdad, tan cercana a la del
que cree encontrar en un meado de borracho la imagen de la santísima virgen o
en el anca de una rana, seguramente no venenosa, el número en el que caerá el
chance, y corre entusiasmado a contarle a su vecindario.
¿Qué
significaban esas reacciones?, mi humilde idea es que Sócrates tenía razón, que
creemos saber muchas cosas, que atesoramos datos, informes, canciones, ideas
sobre el mundo, pero que son las preguntas sencillas las que en verdad nos
cuestionan los supuestos saberes, al punto de obligarnos a repensar lo pensado,
a echarle cacumen a cuestiones que pueden ser baladíes como ¿de qué color es un
mango cuando no está verde ni maduro?; en ese sentido, lo que creo es que nos
acostumbramos a ver a Jaime Barragán en Usme, que empezaba a convertirse en
parte del paisaje de la Localidad, como la estatua de la Usminia o esos viejos
comunitarios que todo el mundo los reconoce, pero ya nadie sabe dónde viven o
qué hacen en su otra vida. Lo que en la campaña llamamos el lado B de la
existencia.
Así,
pues, aquella pregunta logró que muchos supieran que existe un tal Barragán, y
para ellos ya llegará su respuesta, porque bienaventurados los pacientes, de
ellos será el reino de los cielos, que los otros reinos ya los perdimos.
Pero, para los que ya creíamos saber quién es Barragán, lo que nos dejó fue un
poso de inquietud, ¿de verdad quién es este tipo? ¿Por qué se lanza?, luego,
¿no era un artista? ¿Por qué con este partido? ¿No dizque era liberal? ¿Quién
le financia la campaña?, con lo que caemos en la pesadilla de todos los
científicos, que cada vez que tapamos un agujero del saber humano, se nos abren
mil ventanas.
Pero
no nos desesperemos, que algo se podrá hacer, al fin y al cabo Sócrates no se
tomó la cicuta en vano. Frente a esta pregunta, lanzada al aire, en un
principio sólo escuchamos el lejano eco de nuestra propia voz, los muros nos
devolvieron las palabras con un efecto acústico extraño, entonces fue cuando
empezó mi búsqueda de Barragán, cómo hace algún tiempo estuve tras los pasos de
Nelson Cruz, con la ventaja o desventaja de que Jaime está vivo y entre
nosotros, eso hace que todavía no cuaje su mitología y viva sólo en las
diferentes versiones.
Me
pasó lo de Shakira, que busqué en el armario, en el abecedario, debajo del
carro no, porque no tengo, pero sí en el negro, en el blanco, en los libros de
historia, en las revistas Surgentes y hasta en la radio. Sucedió que recordé
cómo fue que en un principio Jaime me cayó mal, aún sin conocerlo, pues se me
hacía odioso alguien de quien todo el mundo hablaba tantas bellezas, como que
de esa gente no existe, no debería ser tan brillante el maldito. Imaginé un
personaje arrogante, rodeado de su pequeña corte de aduladores, el artista en
su urna de cristal paseándose entre terciopelos por las calles de Usme.
Lo
curioso es que no recuerdo la escena exacta de cuando le conocí, debió ser en
el año 2005, tal vez en la época de Arte en espacio público, lo que sí
recuerdo es que tan pronto escucharlo también me embobé con el susodicho
artista local, me gustó su forma de transmitir sus saberes, sus proyectos
alternativos, su calidez humana, pero sobre todo el hecho de encontrarme con un
hombre sereno en el debate, sin la intransigencia de los líderes afiebrados de
estas tierras y claro en las ideas, en las que se mezclaban eclécticamente los
saberes populares con los acumulados de la academia, sin que lo uno pesase más
que lo otro.
Después
vinieron dos proyectos colectivos, la revista Surgente y la tertulia sabatina.
En esos días soleados nos fuimos conociendo, hablando de lo divino y lo humano,
proyectando futuros posibles, y entonces se fue para México. Todavía me acuerdo
de su despedida, hubo tanta gente, abrazos, lágrimas y parabienes, que ese día
me convencí, parafraseando mal a Calamaro, que Barragán no era una persona, era
un hombre atado a la gente. Desde la gran Tenochtitlán nos fue enviando sus
crónicas, las andanzas del neoñero que tanto revuelo causaron entre nuestros
lectores. Su mirada se hacía cada vez más crítica, se fue llenando de ríos más
profundos y palabras antiquísimas, y a su regreso puedo recordar la emoción
sincera del re-encuentro; después se nos fueron acumulando los días, las
conversaciones, los proyectos, las palabras hasta llegar a la cuestión del
debate electoral.
Debo
decir que yo era de los que no quería que se lanzase a este valle de lobos. Me
sigue pareciendo que una persona tan bonita no debería enfrentarse a la odisea
de lo electoral, un camino culebrero, siempre lleno de celadas, ninfas y
monstruos de un solo ojo. La memoria de Nelson Cruz debería enseñarnos eso. Pero
Jaime se jugó su suerte. Ya sabíamos que es un hombre que apuesta en serio, que
si fuese un conformista se habría quedado de ayudante de panadería, de ruso o
de simple vendedor de perritos calientes; pero le jugó a la vida a cara de
perro y ha ganado siempre; así que es imposible resistirse a la tentación de
apostar con él y por él. Pero esta tentación no nace del discreto encanto de la
tiranía, sino de la confianza plena en su palabra, siempre respaldada por los
actos, en su coherencia política y por la idea de que Jaime es lo mejor de
nosotros mismos.
Buscando
respuestas le he preguntado a otros, como en los viejos capítulos de Yo sé
quién sabe lo que usted no sabe. Por ejemplo, el pedagogo Gabriel Suárez
nos responde desde el populoso sector del Danubio Azul, para decirnos que “Barragán
no es una persona, es un movimiento, que si se quiere puede
considerarse artístico, puesto que a través de su obra, que es su propio
actuar, logra trascender en la vida de quienes se vinculan y se mueven con y a
través de él, logrando contagiar ese amor por el arte como práctica social,
responsable e ineludible. Pero Barragán también puede considerarse un
movimiento social, ya que a gracias a la relación que se establece
desde el lazo afectivo, se comienza a hacer parte de una gigantesca red de
orden social, pluricultural y heterogénea que lo rodea, y que fácilmente
permite entrar en contacto tanto al ignaro como al erudito, logrando a nivel
individual un desarrollo intelectual propedéutico y a nivel colectivo el establecimiento
de un modelo pedagógico integral, que busca la construcción de un ser social
comprometido con su contexto histórico y cultural. Barragán, es sin lugar a
dudas el tipo de persona que con su mirada ingenua y su actuar pausado, al
mejor estilo del filósofo Gómez Bolaños, actúa sin querer queriendo y logra
permear hasta lo más profundo de los corazones de aquellos que tenemos la
posibilidad de conocerlo y creemos en su palabra, no porque consideremos que
tiene la razón, sino porque estamos seguro de que así es”…. Bonitas palabras
de Gabriel aunque salgo corriendo a buscar en wikipedia lo que
significa propedéutico, pa’ no pecar de ignaro.
Rafael
Silva que fungió como gestor juvenil de Usme durante once años, nos escribió
desde algún perdido lugar de Rafael Uribe, para decirnos que "Barragán es
un artista políticamente incorrecto. Pero no sé a qué temerle más: a sus
desafiantes puestas en escena o a la camorra de una Junta Administradora
Local"; mientras que Ana Mery González, dice: “tal vez podría
responder con base en las imágenes de la primera vez que lo vi en el
club juvenil del barrio El Curubo y la última en la tertulia política
sobre expansión urbana... con 14 años de distancia recuerdo al mismo chico
sereno y respetuoso del pensamiento ajeno, atento y tranquilo. Barragán es un
hombre tranquilo, es un hombre confiable". Asimismo, el jesuita Jorge
Atilano nos escribe desde México que: "Barragán es un artista comunitario,
un tejedor de esperanza que enseña coherencia de vida, capacidad de transformar
e integración de lo diferente". Y Carolina Calderón escuetamente, pero con
un convencimiento absoluto que da la amistad, responde: "Barragán es la
persona por la que yo voy a votar". Y punto.
Finalmente,
en la búsqueda de Barragán, sigo revisando los viejos correos electrónicos, he
buceado en sus monumentales álbumes de fotografías, hemos hablado de sus
antiguas gestas juveniles, de lo que pudo haber pasado si un día hubiese
aceptado una candidatura a edil por el partido liberal. Me he encontrado en su
memoria un pedazo grande de las luchas populares del sur, que también son las
luchas de las personas que habitan estas laderas; y allá en el fondo del
paisaje sigo atisbando al mismo muchacho que creció con las calles de esta
parte de ciudad, que se atrevió a ensayar el vuelo, que desafió una vida de
privaciones para intentar ese sueño tan sureño de “ser alguien”, que ayudó a
levantar una casa y una familia, que sería lo mejor que uno puede decir de un
hombre, y que nos vendió un sueño colectivo, el sueño de los neoñeros que
apuestan por el arte, por la política, por la cultura, por la gente.
Sí,
señores y señoras, yo puedo considerarme un apóstol del barraganismo, con los
ojos claros y abiertos al sol, un gregario más de esta cofradía conformada por
todos los que aspiran a otro tipo de hacer política, a la recuperación de la
res pública para todos, a la construcción de otra localidad, ciudad y mundo que
todavía son posibles. Y apuesto por Barragán, porque aunque con todo lo dicho
todavía no respondo a la pregunta de quién es, por lo menos sé que yo soy uno
de los convencidos con su ejemplo.