lunes, 16 de septiembre de 2013

Premios Marrano Intelectual*



Buenas y santas, malas y pecadoras mujeres, y castos y santos varones.

Yo sé que para ustedes es un placer casi sexual el tenerme aquí… Digamos que para mí también lo es. Bien podría estar en mi casa revolcándome en mi crapulencia, pero como dijo el Papa: “¡qué hijueputas!”, hoy me tocaba baño, afeitada y cambio de ropa interior. Y cuando toca, toca… Ahora, como dicen los vendedores informales, muy formales ellos, me disculpan las personas que se encontraban dialogando y o u meditando… ¿Qué? ¿Estos manes de verdad creen que los filósofos bogotanos andan en cebollero de quini subiéndose por la puerta de atrás? ¿Quién carajos medita por la ruta Lomas-Alfonso López en el trancón del Centro a eso de las seis de la tarde? Uno no es tan formal como ellos, uno no medita, uno maldice: “estos malpa… se volvieron a subir”.

Pero bueno, sin desviarme mucho, que ya me he desviado un poco –por favor no vayan a meditar sobre el significado de ese color rosa de la carátula – yo vengo es a presentarles la primera entrega de los premios “Marrano intelectual”, porque todo chancho que se respete merece su nochebuena, los cuales son otorgados por la eminentísima Academia de las Artes Neoñerísticas y el Iluminismo Jipjopero, debe ser por eso que está integrada por las lámparas más visajozas de la cuenca del Tunjuelo y más allá. Esta prestigiosa institución en un cónclave secreto eligió a los ganadores, en una sesión al final de la cual hubo mucho humo blanco, aunque con cierto aroma muy popular en las noches de la plazoleta de La Marichuela. Ahora bien, no se hagan falsas expectativas, ni cacen apuestas, que en estos premios hubo más chanchullos que en un reality de RCN o en la elección de la sede de un mundial. Mejor dicho, esto está más cantado que el happy birthday, sin embargo, digamos que el fallo estuvo auditado por las madres comunitarias del hogar Pequeños Pirobitos ¡30 años formando los criminales del futuro! 

Ahora sí, como dijo Peter Jackson, vamos por partes: 

Para empezar, tenemos el premio “Síndrome Bon Bril”, a la saga más extensa publicada en la Surgente. Hablemos de su autor. Seguramente ustedes recordarán una campaña política que se preguntaba ¿Quién es Barragán?... pues bien, cuenta la leyenda urbana que nadie ha podido desentrañar aquél misterio. Hay quienes dicen que el personaje se llama Jaime Barragán Antonio, pero otros creen que a la inversa, y en sentido contrario, se llama es Antonio Barragán Jaime. En todo caso, este personaje ha sido acusado injustamente de crímenes que sí ha cometido, como dejarse crecer el bigote, beber agua de la llave y marchar por la liberación de Ublime, ahora que Shakira abandonó su causa. Así que porque no hay escritor que publique cien crónicas, ni una revista marginal que no se quiebre antes, le entregamos su marranito de alcancía a Jaime Barragán para que por favor guarde allí las ideas para la continuación de la saga del neoñero ilustrado hasta el número 69, que es un número mágico. 

A continuación el premio “el alquimista” a Oscar Eduardo Ortiz, quien es prueba viviente de que ser pobre, negro y ñero no es excusa para que uno no luche por sus sueños, porque cuando uno tiene un sueño, el universo no conspira para que se le haga realidad. No señor, el universo conspira es para que cuando uno se despierte, ya no se acuerde ni qué fue lo que soñó. Sin embargo, este muchacho de otrora mechón amarillo y swing especial para bailar "El tiburón" en una sola baldosa, que bien pudo haber terminado arrejuntándose con cualquier Llerly Mayerly de peinado de cebolla y tatuándose con tinta china sus nombres en un corazón entrelazado con una flecha. A pesar de todo eso, como cantase el malogrado artista local Oswaldo Nichols, ahora es un chico formal que ama la libertad, así que recibámoslo con ese coro que dice: “No pare, sigue, sigue. No pare, sigue, sigue”… 


Nuestro tercer premio fue bautizado “Quaker, la avena se te nota” y su ganadora es Érika Julieth Piragauta. Ahora bien, como yo soy un chico tímido y frente a las mujeres hermosas me sudan las manos, me tiembla la voz, digo cosas idiotas, me da un no sé qué, no sé dónde, o para ponerlo en términos más castizos: “me da como currucucú” me prometí no decir ninguna insensatez ni siquiera un comentario morboso, en cambio querría elogiar sus cualidades morales, su interesante personalidad, hablar de las búsquedas estéticas de su escritura que reflejan el absurdo de la existencia humana y de los dones por los que dios la escogió para tan altos ministerios… Pero ¿a ver? como decía un bambuco: a quién engañas abuelo, yo sé que tú estás llorando, seguro que los castos y santos varones aquí presentes pensarán que estamos ante una de las chicas más bonitas y pilas de esta Localidad que bien se merece un marranito de presente. 

Nuestro cuarto premio es el titulado “Clío, jóvenes bien preparados” para Paula Stephanía Madrigal. A ver, hace tiempo, uno a los quince años andaba viendo los powers rangers, jugando tin tin corre corre, tratando de encontrar a Javier en El Espectador del domingo, o si era una chica, supongo que organizando la fiesta de quince, ese momento tan especial en que la chinita pasaba de niña a mujer. Pero no, ahora estos muchachitos publican en revistas, hablan inglés, al punto que no dicen tuíter como la gente mayor, sino tuirer, y hasta se han inventado una forma de escribir en el chat que solo ellos comprenden. No debimos haberlo permitido, si al menos le hubiésemos hecho caso a aquél comercial de los pollitos que empezaba con las preguntas retóricas: “¿hay chicles?, ¿hay curitas?”. Igual ya es muy tarde para ello, así que no queda de otra sino reconocerles su pilera, entregarles sus premios y pasarles nuestra hoja de vida dentro de diez años cuando dominen el mundo, no sin una nota en letra chiquita que diga  “¿Te acuerdas del marranito aquél?”…

Como no hay quinto malo, el siguiente puerquito corresponde al premio “Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así”, para Juan Camilo Ahumada, por supuesto. A ver, pongamos un ejemplo, si alguna vez subiendo para Sucre, no sé qué tendrían que ir a hacer ustedes por allá, supongamos que usted es hincha del Atlético Nacional y se va a encontrar con sus parceros, pero esto es un ejemplo, no tiene por qué ser verosímil… entonces, usted se detiene a ver pasar un chico la cosa más rara por ahí, con unos pantalones amarillos, una camiseta esqueleto de malla blanca, el pelo desaliñado, barba de una semana y una cara así como de qué dijera, como de haber trasnochado resolviendo todos los casos de factorización del álgebra de Baldor, seguro usted que es una persona de mundo pensaría que el mismísimo Rimbaud que no estaba muerto, sino que andaba de parranda por ahí en alguna cocacola bailable. Pero no, no se engañen, que detrás de esa apariencia se esconde el secreto mejor guardado de la literatura usmeña. 

Este premio se titula “Un amigo es una luz brillando en la oscuridad” y va para nuestro compañero Álvaro Lozano. Sí, pareciese que es más confiable un tribunal de justicia militar que el comité editorial surgente. Y tienen razón en pensarlo, pero quién dijo que la vida es justa, no señores, en qué país creen que viven, ustedes no ven noticias, salgan un poquito de Facebook que la verdad está ahí afuera y aquí adentro cuando nosotros no estamos… ¿Ustedes creen que monseñor Ordóñez elige en la Procuraduría a los empleados más aptos? No, elige a sus amigotes. ¿Ustedes creen que investiga a los corruptos? No. Solo sanciona a sus enemigos. Así que ocurre en TNT, ocurre en la vida real… Álvaro, venga por su marranito, que es poca cosa, pero con mucho cariño, y síganos brindando pola en el bar de Daniela y aromáticas de papayuela en la panadería de bomberos, que así como vamos, vamos es bien… 

Este premio se llama “Recordando a Penélope” y va para Alex Caro, quien llevaba muchos años practicando las labores de punto, el tejido de dos agujas, el crochet, el ganchillo, el punto cadeneta y en cruz, a la espera de que publicásemos su cuento ganador de un concurso Surgente realizado un poco antes de la guerra de Troya que cantase Homero. Así pues, este marranito va para un escritor que compuso su primer poema en el jardín infantil y el último en el Jardín de Freud; quien ya descubrió que la literatura no da plata (para eso está la venta de minutos y los consultorios esotéricos), pero en todo caso sirve para que la mamá, que nunca entiende lo que uno escribe, le chicanié a sus vecinas con que tienen un hijo escritor. 

Este premio se llama “Yo soy el maldito poeta maldito” y se entrega a Michael Benítez, quien a lo Billy the kid, viene disparando rimas duro y a la cabeza. Su nombre, sin duda remite a una época pasada cuando el mítico Michael Knight, al volante de Kitt el auto fantástico, devoraba kilómetros y retinas los sábados por la tarde, antes que David Hasselhoff se convirtiera en un guardián de la bahía. Pues bien, dirán ustedes que Michael Benítez no es un nombre para un poeta, al menos no para un poeta colombiano, cuando aquí todos los poetas se llaman José o Juan y se apellidan Jaramillo o Escobar. Sin embargo, estaría preciso para sherif de de un pueblo de frontera en Estados Unidos, la tierra de Jim Morrison, el más maldito de los poetas malditos… 

Este premio se llama “Doble punta, doble color” y corresponde a Jeisson Hernández, otro chico ingenioso del Ingenioso Hidalgo, que ahí como quien no quiere la cosa, con sus matachitos, va creando historias cada más más propias. Una prueba más de que, después del derrumbe de doña Juana que ha sido lo mejor que le ha pasado a esta tierra -o cuanta gente creen que está esperando esa platica-, la bienestarina es la segunda cosa más importante que nos ha ocurrido, aunque para mí que ahí había algo raro, como que de eso tan bueno no dan tanto, a lo mejor sí tiene razón Julio Valencia, un reconocido investigar de lo paranormal, quien ha publicado libros como “Viven entre nosotros y no pagan arriendo” o “A mí que los marcianas me aprovechen con todo y ropa”, y todo esto hace parte de un plan de los extraterrestres para apropiarse de lo único sagrado que queda todavía en esta tierra usmeña y que no es el cementerio indígena, sino las tarjetas de Timoteo y la gallina radioactiva.    

El último premio se llama “Quien lo vive es quien lo goza” y es para Kenshin Himura, a quien su gran admiración por Flash le llevó a querer emular a su ídolo en todo y casi lo logra, pues aunque sus registros de velocidad en los cien metros loma harían avergonzar a una tortuga discapacitada, su novia lo abandonó debido a cierta precocidad digna de un superhéroe. Luego de eso, ha seguido ensayando combinaciones de trusas, antifaces y calzoncillos de colores con la falaz idea de hacerle justicia a los más pobres, o cuando más incursionar en el diseño de modas, con lo cual no ha hecho sino enfurecer a la mamá, quien le suele repetir con maternal cariño aquello de “Mijo, mire a ver qué hace con su vida”. Sin embargo, estas amonestaciones no amilanan a nuestro personaje, que sabe que debe ocultar su verdadera identidad bajo el perfil de dibujante usmeño de historietas, eso mientras le llega la hora de salvar a la humanidad… 

Así pues, llegamos al final de esta velada, sin el ánimo de velársela a nadie. Compren ya en el stand de la salida mis últimos libros “Cómo hacer el tonto, sin morir en el intonto” y mi autobiografía “Historia de un hombre sencillo al que las mujeres confundían con Nacho Vidal”. Para conferencias pagas llamar a los números que aparecen aquí abajo, pero ojo, dije "conferencias pagas", que lo único que daré gratis será mi cuerpo a la ciencia después de muerto o a alguna mala y pecadora mujer que quiera disfrutarme sin ánimo de lucro, mientras tanto. Sean infelices, que de ellos es el reino de la verdad. 





* Este texto fue leído por su autor el 22 de febrero del 2013 durante el lanzamiento de la revista Surgente No. 14, al tiempo que los escritores galardonados recibían su merecido reconocimiento...