Los venideros es el título de una
antología de poetas sureños editada por el Colectivo Surgente, pero también podría ser muchas otras cosas. Por
ejemplo, unos seres de luz. Una raza alienígena en eterna lucha contra los gramáticos,
los supersayayines y los payasos de restaurante. Fácilmente identificables porque andan
despeinados, desgalamidos y cargan unos celulares con inteligencia propia. Los celulares,
valga la aclaración.
Los venideros podría ser el nombre
de un pequeño motel donde no corra el reloj ni, pasada una hora, la
administradora quiera tumbar la puerta. Siempre es una señora con unos kilos de
más y una cara de pocos amantes, así como quien ha pasado muchas navidades y
pocas nochebuenas, quien en venganza por su mala vida golpea con saña la puerta de los mancebos
demorados.
Los venideros también pueden ser
esos familiares que vienen de lejos, te desalojan de la cama y te mandan a
dormir con tu hermanito menor. Las estadísticas para el posconflicto dicen que estos
venideros han desplazado por más de una noche al 90% de la infancia de este
país y de allí, de esas noches incómodas, de patadas y lucha a cara de perro por
un pedazo de cobija, por al menos uno de los cuatro tigres de la manta, más una
pizca de lectura de Benedetti y muchas canciones de Romeo Santos, surge una
entidad mórbida llamada el poeta venidero.
El poeta venidero, entiéndase varón
y mujer, es un pobre poeta que ni siquiera hizo carrera para pobre común y
corriente, sobre todo corriente cuando le acechan los acreedores, que está convencido
que la poesía sí paga o, por lo menos, paga más que otras labores mucho más
heroicas como el mototaxismo, la venta por catálogo de productos Avon o el oficio
de pasear morrocoyas.
Los venideros son poetas del Porvenir,
o sea de ese barrio usmeño que queda ahí más arribita de Altavista. También
pueden ser del Porvenir II sector, pero esos son más barrocos y rococós, en
tanto han pasado media vida imaginando formas de trabarse con unos
sparkies, lo que técnicamente se llama empeparse.
Los poetas venideros, viniendo a
cuento, no vienen a la poesía. La poesía es la que los desencama y los convence
de que existe un lenguaje que va más allá de las palabras. Sí, los manoseos.
En un país de godos, los venideros
son los godots, así con te de tejemaneje, de la poesía. El público los espera, saliva
de expectativa, se come las uñas a falta de algún sanguchito y ellos liándose con alguna metáfora o con un bareto.
Los
venideros escriben muy poco, porque son demasiado sexis para el oficio. Según las
últimas cifras del Dane tienen tanto atractivo sexual como los choferes del
SITP o las impulsadoras de Herbalife.
Los
venideros son poetas malditos, pero no malditos geniales, sino malditos
verdaderamente estropeados por la vida, que se roban el wifi del vecino y
sueñan con tener una musa que los inspire o, cuando menos, una moza que los
mantenga.
Las
lenguas viperinas afirman que los venideros han sido arruinados
sistemáticamente por tragos nobles como el coco chévere, el moscato pasito y el vincoca. Por eso la recomendación es que si van a tomar, no escriban. Y si van
a escribir paguen primero la ronda o empeñen la cédula.
El
poeta venidero, a diferencia del poeta clásico, no usa palabras como atanor,
fallebas, mamparo, radiobaliza, arcén, verdín, musher o gurrupleta. Su lenguaje
no tiene nada que envidiarle al de doña Gloria, la del Metrocable, la poeta que
sí lo mama en reversa. Por
eso, la crítica especializada los califica como poetas sefardíes, o
en su defecto, poetas séfiros, sátiros, sinsontes, zócalos, epicíclicos,
traslúcidos o chuchumecos.
Está demostrado que a los poetas venideros, como a los
niños y a Rafael Novoa, les encanta el Sun Tea. Al punto que han inventado el
verbo suntear, el cual conjugan así: yo sunteo, tú sunteas, él suntea y hasta
ahí. Está visto que la papeleta de dos litros no alcanza para que nosotros,
ustedes y ellos alcancen a suntear.
Hay
quienes dicen, incluido el presidente Juanpa, que esos tales poetas venideros
no existen. Otros criticones afirman que los venideros desde que pusieron en
práctica la política del amor petrista han quedado literalmente petrificados y
que ya no producen ni un verso, ni una rima, ni una lástima.
Finalmente,
una recomendación, no te enamores de un poeta venidero, ni de los otros
tampoco, o tus hijos tendrán orejas de elfo, bigotes femeninos y cola de
marrano o, lo que es peor, cola de Kim Kardashian.
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